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domingo, 21 de julio de 2013

GRACIAS

Aquí, frente a la pantalla del ordenador pienso en escribir tantas cosas que...se me agrupan en la cabeza y...
sí, tengo un año más y qué. La edad se lleva por dentro, bueno y por fuera que ya me están saliendo unas arruguillas que...pero eso no me importa. Lo que me importa de verdad es la gente que me quiere y me respeta, mis hijos lo que más quiero en este mundo y en el otro, mi familia, mis amigos de verdad. Es maravilloso y aunque te falten muchas cosas en la vida espero que ellos no me falten nunca. Gracias madre por haberme dado la vida para vivirla con tanto amor. Gracias amig@s por estar ahí que no es poco, gracias hermana por darme tu comprension y compañía, gracias amor por aguantarme.
Ya veis, un año más pero con todos vosotros, ese es mi mejor regalo de cumpleaños.

Todo carece de importancia cuando estás tú
Todo se desvanece a mi alrededor
Todo sufrimiento no está presente.
Nada parece que me perturbe
Nada pulula sin una llamada
Nada es lo que parece
Algo, Todo y Nada

miércoles, 21 de marzo de 2012

ZOOLOGIA HUMANA

Un día, sin preveerlo, me transformé mágicamente en mi animal favorito: el guepardo. No sé por qué pasó, pero así ocurrió:
Era verano, pleno verano. Yo me acababa de comprar un helado de chocolate con virutas de ese mismo sabor. Seguí el camino del río para llegar a la calle San Antón. Luego continué todo hacia arriba hasta llegar a la calle Nueva de San Antón. Me metí en ella. Luego bajé la calle Aben Humeya hasta la casa de Cristi. Allí, en su casa, quedamos para hacer no se qué del ordenador (creo recordar que era para pasarle un programa o algo parecido que ella me pidió). Al llegar a su portal, toqué el timbre y al abrirme Cristi, entré en su casa y, de repente, me transformé en guepardo. Como lo oís: GUE – PAR – DO. Me sentía raro, diferente. No sabía qué me pasaba. Lo que sí sabía era que ahora no podía presentarme en su puerta. Así que me quedé agazapado detrás de la puerta del portal. La única pregunta que había dentro de mi mente en ese momento era:
“¿Qué hago ahora?”
Estaba (no sé cómo) en un buen lío.
Fui entonces, como por un instinto, al psiquiatra. Iba muy rápido y casi nadie me vio. Llegué al psiquiatra. El médico se asustó bastante y llamó a seguridad. Me mandaron a la sabana africana y, mientras, en una caja, algo incómoda por cierto, yo notaba como me moría literalmente de calor.  A lo mejor era porque estábamos llegando. Ahora sí que no sabía qué hacer. Pero al descargarme y soltarme en un espacio abierto y enorme, yo no me moví. Entonces fue cuando otro guepardo, más o menos de mi misma edad (en años de guepardo, claro) me arrastró hasta que los que me habían transportado no me vieron. Yo le comuniqué que se detuviera pero, nada más decir la primera palabra, -no me lo podía creer- noté algo maravilloso: ¡Hablaba el idioma de los animales!
“¡Qué guay!”. Estuve un rato hablando con mi nuevo amigo José Rapidín Nitevi. Me contó cosas superimpresionantes sobre “nuestra raza”, cosas que yo ni sabía que “hacíamos” los guepardos. Me lo pasé estupendamente con José y nos hicimos buenos amigos. Me presentó a sus amigos. Era estupendo porque comunicarme con todos ellos. Al final, me excusé para marcharme y regresar a mi casa. Los lunes  mamá prepara lasaña. Y a mí me encanta la lasaña. Aunque...
¿Ahora cómo vuelvo a mi casa? ¡Me perderé la lasaña!  ¡Nooooo...!
De repente mientras alargaba aún más el “ ¡Noooooooooooooo!”, un resplandor surgió de entre mi cuerpo y cuando se acabó, volví a la normalidad. Pero aun así... ¿Cómo volvería a casa?
Llegué a la playa muerto de cansancio. No podía más. Los mismos transportistas de antes estaban a punto de salir del puerto y yo no quería quedarme allí, solitario, triste, en medio de la playa. Los llamé con todas mis fuerzas y, para mi suerte, me escucharon. Menos mal que fueron amables aunque no me entendieran nada. Lo importante es que pude regresar a mi casa y –lo mejor de todo- comer lasaña.
 Al final, no fui a casa de Cristi, pero eso, después de todo, no era lo importante, sino la aventura que había vivido en plena  sabana africana.
¿Qué os parece? Fantástico, ¿no?
 
JUAN CARLOS L.M.

viernes, 27 de enero de 2012

Aquellos maravillosos años

“Aquellos maravillosos años”

Era el último día antes de empezar el cole. Yo tenía 3 añitos y, la verdad, es que estaba un poco asustado. Todo el verano anterior me lo pasé bastante bien pensando en cómo sería el colegio. Pero, mira tú por dónde, a la hora de entrar, no quería hacerlo. Al fin me decidí, tenía muchos compañeros nuevos y llevaba el babero que mi madre con mucho esmero me bordó con mi nombre. Araceli  nos convenció para que entráramos. De la seño Araceli, que es así como se llamaba, me atraía algo. No sé qué era, quizás su bondad, quizás... muchas cualidades buenas que ella tenía. Supo hacer de nosotros un gran grupo, reflejo de lo que somos ahora y que los demás profesores que tuve siguieron cultivando.
Todavía recuerdo la subida por la rampa, que me conducía a un mundo nuevo, inexplorado y aquello me producía cosquilleo en el estómago. Ahora que estoy en 6º aún subo por esa rampa que de aquí a unos meses dejaré de subir.
En mi clase había dos niños. Dos niños que, aunque ellos no se fijaran en mí, yo sí me había fijado en ellos. Y, al final, hoy día somos muy buenos amigos.
Ya mismo va a ser el viaje de estudios y, aunque nos separemos algunos de nosotros, aquellos maravillosos años se quedan siempre en la memoria de todos mis amigos y compañeros.

Juan Carlos L.M.

martes, 24 de enero de 2012

pura poesia

Es increíble como un niño de 8 años puede escribir así, tan puro, tan sencillo y tan verdad; eso que perdemos todos cuando somos "mayores" y que tanto se echa en falta, la inocencia y pureza reivindicada tantas veces por los niños a los que ya no lo somos tanto. Demasiado complicado y sin embargo tan simple. He aquí las lineas de mi hijo Alejandro, un día que no quería hacer deberes.

Luz de miel.
Luz que canta.
Brilla y brilla cuando amanece.
El cielo precioso y las nubes, en el cielo, resplandeciente

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miércoles, 15 de junio de 2011

ESCRIBIR ME SIRVE HOY PARA...

Escribir me sirve para expresar mis sentimientos, para contar historias, para hacer buenos amigos, para hacer que las cosas sean divertidas, para... Bueno, para muchas cosas. Lo importante es que escribir te hace menos tímido porque escribir es algo fantástico. Y ahora, con mi profesor, D. José Cañas, he aprendido a expresar las cosas que me pasan mediante la escritura. Por eso, cuando más feliz estoy es cuando escribo.
Hoy, en el colegio, sucedió que…
_ Tenéis que decirme qué es para vosotros escribir -dijo el profesor.
_ De acuerdo -dijimos todos a coro.-
_ Os dejo de tiempo hasta mañana.
Y nos fuimos a nuestras casas. Cuando llegué a la mía...
_ ¿Qué has hecho hoy, hijo?
_ Pues, nos han dicho que le digamos al profesor qué es para nosotros escribir.
_ Muy bien, hijo, pues ya sabes, merienda y... ¡a escribir!
Después de merendar me fui a mi cuarto y empecé a escribir. Y lo debí de hacer muy rápido, porque terminé en media hora. El resultado son todas estas palabras que han acudido a mi papel, dirigidas por mi mente. Y, fue entonces, cuando entendí lo genial que es escribir.

Juan Carlos López Mohedano

jueves, 9 de junio de 2011

Perdiéndote

De quererte se me llena la boca.
De amarte se me llena el alma
tu espalda me das y tu indiferencia me agota
mala costumbre es querer a quien no te quiere,
mientras tanto, quiere a otra.
De vacío se me llena la vida
y tú, pasas diciéndome hola.
Olvidada me tienes de tu cabeza loca
Hasta luego mi amor. Hasta otra.

Elena M.P.